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martes, 29 de marzo de 2011

ROMANTICISMO. Movimiento filosófico y artístico

ROMANTICISMO. Movimiento filosófico y artístico con profundas repercusiones sociales que se desarrolló, principalmente, en las literaturas europeas y americanas según sus variables lingüísticas, culturales e históricas; fue el argentino Esteban Echeverría quien, influido por su estadía en Francia, introduce el Romanticismo en nuestra América a través de la lírica con su poema Elvira o la novia del Plata de 1832. Sin embargo, para algunos estudiosos este mérito le corresponde al poeta cubano José María Heredia y Heredia, pues en su libro Poesías de 1825 ya está presente la subjetivación romántica de la naturaleza y del paisaje como proyección de estados de alma y de sentimientos nacionales y americanistas; así también como la nostalgia del país natal por el padecimiento del exilio. Ahora bien, sea cual fuere su filiación genética, se tiene que decir que irrumpió ostensiblemente en la filosofía y en la literatura del siglo XIX al afirmar el patriotismo y el comunitarismo, en un ir hacia la alteridad, sin excluir la razón crítica; en especial en lo que hoy es América Latina y el Caribe, donde si bien es difícil definirlo filosóficamente, sustenta el pensamiento americanista en la utopía social (véase utopía), la educación y en la literatura al servicio de la construcción de las nuevas naciones y del proyecto emancipatorio (descolonizador) en lo mental y en lo cultural.
Lo anterior puede apreciarse en la producción escrita de F. Miranda, S. Bolívar, Fr. S. T. de Mier, S. Rodríguez, Andrés Bello, D. F. Sarmiento, I. M. Altamirano, José Martí y J. E. Rodó. Muchos escritores románticos fueron también luchadores sociales, políticos, ensayistas y periodistas.
Los precursores del Romanticismo los podemos encontrar en Inglaterra y Francia (Rousseau), pero filosóficamente nace en Alemania con el antecedente del movimiento Sturm und Drang (tempestad e ímpetu) cuyo propósito, entre otros, era superar los limites kantianos impuestos a la razón humana por medio del sentimiento, la fe o la experiencia mística. Dicho movimiento se desenvolvió como una filosofía irracionalista en torno a Herder y Jacobi con la participación de poetas jóvenes como Goethe y Schiller. Fichte (1762-1814) impulsa el Romanticismo identificando el Yo no intelectivo con la razón infinita, entidad donde podría alcanzarse el conocimiento superior o de la divinidad. Pero el filósofo por excelencia del Romanticismo es Federico Schelling (1775-1854), para quien el mundo era un poema creado por un principio denominado Absoluto y el artista, no el filósofo, era el más capaz de revelarlo. Cuando se pasa de la razón finita a la infinita, afirmando el valor de lo subjetivo en función de la fe, la moral, el sentimiento, la pasión, la imaginación y la libertad individuales, aparece también la definición romántica del arte como creación y originalidad absolutas, en contraste con la imitación o recreación de la realidad natural, lo racional, objetivo y utilitario de la estética clásica y neoclásica.
El fundador del Romanticismo literario fue el filósofo alemán Federico Schlegel (1772-1829), quien propone la infinitud del sentimiento personal, intransferible y casi siempre incomunicable, como el espacio donde se fragua la poesía: fenómeno evolutivo, siempre inconcluso, en oposición al modelo neoclásico. Así lo plantea en el texto inaugural del Romanticismo en 1798, publicado en la revista Athenaeum. Algunas de las tendencias principales del Romanticismo, además de las mencionadas, son el primado de la intuición y la síntesis sobre la razón analítica; la preferencia por lo grandioso e incluso caótico en oposición a la medida y al orden; por lo imprevisible, oculto, contrastante y contradictorio, patético o pintoresco: con el Romanticismo surge el Costumbrismo, el interés por el folklore y por lo popular, y, asimismo, por lo exótico, lo nocturno, lo fantástico, lo sobrenatural y por el pasado, especialmente por el de la Edad Media. El Romanticismo es irrelevante a las formas, dinámico e historicista, aunque también providencialista y tradicionalista. Por todo lo dicho, sin perder de vista lo universal, defiende las diferencias locales y nacionales, destacando el genio en lo individual o en las disposiciones específicas de los pueblos. Las formas literarias cultivadas por el Romanticismo fueron la lírica, el drama –sin respetar las unidades clásicas–, la novela histórica, el diario, las memorias, las confesiones y los relatos de viajes.
El Romanticismo surge en Europa occidental a fines del siglo XVIII en discrepancia con la hegemonía de la razón instrumental de la Ilustración y se agota hacia 1850 impugnado por la nueva estética del Realismo. En nuestra América dura todo el siglo XIX, pero se fecha normalmente entre 1830 y 1880. Política y económicamente es tributario de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial, asociándose con el liberalismo burgués. No obstante, sus manifestaciones fluctúan entre el tradicionalismo y el progresismo, como en los casos ejemplares del restaurador Chateaubriand y el revolucionario Víctor Hugo. Es una revolución cultural, la expresión de la sensibilidad de una sociedad nueva en la que crecen los conflictos entre la burguesía en ascenso y la emergencia de nuevos sujetos y clases sociales, como el proletariado. El socialismo utópico es de filiación romántica. En ocasiones, es también una reacción de alarma en contra del cientificismo y el industrialismo modernos, como se aprecia en la novela Frankenstein (1818) de la escritora inglesa Mary Shelley. Alcanzó un gran desarrollo de influencia mundial en Francia, donde mostró su vitalidad el 25 de febrero de 1830 con el estreno de la pieza teatral Hernani o el honor castellano de Víctor Hugo, cuyo prólogo constituyó el manifiesto del Romanticismo. Equivalente a este acontecimiento, el triunfo del Romanticismo en España se fecha en 1835 con el estreno del drama Don Álvaro o la Fuerza del sino, del político liberal Ángel de Saavedra (Duque de Rivas).
La literatura latinoamericana nace propiamente con el Romanticismo junto con objetivos misioneros, tales como definir las identidades nacionales diferenciándolas de España, reconocer las características geográficas e históricas, revalorar el pasado prehispánico y combatir la esclavitud, revelar los usos, costumbres y tipos populares, plasmar los hechos heroicos de la insurgencia y las luchas posteriores en defensa de las soberanías, para crear conciencia nacional y tradición cultural. De ahí el énfasis en la búsqueda de originalidad y autonomía literarias. Esto se manifestó espontáneamente en la aparición de géneros y temas autóctonos con base en la asimilación ecléctica (mestizaje, transculturación, heterogeneidad o hibridez) de los presupuestos románticos europeos. Son ejemplares en este sentido Tradiciones Peruanas (1872 a 1918) de Ricardo Palma y lo que podría llamarse Novela Ensayo, tales como Facundo (1845) de D. F. Sarmiento; Una excursión a los indios ranqueles (1870) de Lucio V. Mansilla; o Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes (1895) de Juan Montalvo. Obras, entre otras, que incorporan la tradición oral o en las que se mezclan relatos, poemas, historia, polémicas políticas, autobiografías, temas sociológicos e incluso documentos y notas a pie de página. Otros autores y textos imprescindibles del Romanticismo latinoamericano son los extensos poemas narrativos y líricos Martín Fierro (1872 y 1879) de José Hernández y Tabaré (1888) de Juan Zorrilla de San Martín; y las novelas Sab (1814) de Gertrudis Gómez de Avellaneda; María (1867) de Jorge Isaacs; Cecilia Valdés (1882) de Cirilo Villaverde; Enriquillo (1882) de Manuel de Jesús Galván, y Los bandidos de Río Frío (1889-1891) de Manuel Payno.
Asimismo, en el Romanticismo latinoamericano fueron particularmente destacables el Ensayo, el Periodismo, la Crónica y la Novela costumbristas, el Folletín, el Teatro criollista, los Epistolarios de hombre públicos y también la Oratoria. En cuanto temas y tendencias propios aparecen el indianismo como idealización del pasado indígena; el negrismo o la mulatez con propósitos sociales antiesclavistas; y en Argentina la poesía gauchesca de carácter popular y social. Identificado con las causas independentistas, con la desestructuración de la sociedad colonial y con la estructuración de las nacionales, el Romanticismo latinoamericano enalteció la libertad y la dignidad humanas y favoreció los temas históricos, sociales y populares más que los fanáticos o sentimentales. Los escritores románticos tuvieron una gran conciencia de la realidad circundante y, en su momento, de la función social de la Literatura, por lo que en el Subcontinente las notas subjetivas e imaginativas y el autonomismo estético se equilibraron, en lo general, con los propósitos objetivos y éticos.

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(Véase: Emancipadores mentales, Ensayo, Historia de las ideas).

(ALG)

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